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Cierro los ojos, veo un océano inmenso. No me lo pienso, me tiro de cabeza sin dudar. Por un momento me siento libre, capaz de hacer cualquier cosa que me proponga. Pero al impactar contra el agua me hundo. En unos segundos mi vida cambia conmigo. Todo es transparente y borroso. A medida que los minutos pasan veo la superficie cada vez más lejos. Intento tocar la luz del sol que me nubla la vista con las puntas de mis dedos. Lo intento aunque sé que es imposible. Me agito y sollozo entre lágrimas invisibles por el agua. No quiero tocar fondo, si lo hago no habrá manera de subir. Me impulso hacia arriba, aleteando los brazos y los pies coordinadamente. Al parecer el océano es más fuerte que yo y se resiste. Me envía corrientes de aguas implacables que me sumergen hasta el final. Se me altera el corazón por el miedo, todo se oscurece. Quiero desaparecer, ese es mi deseo.
El no deseado final ha llegado: toqué fondo. Mis pies se remueven entre la arena. Noto la arenilla escabulléndose por mis dedos. Observo el paisaje sintiéndome serena y a la vez indiferente. Más allá veo una bandada de peces que poco a poco se me van acercando. Ellos eran resplandecientes, nadaban todos juntos de manera sincronizada. Al pasar por mi lado parece ser que soy invisible, pues han pasado de largo sin ni siquiera mirarme. No me importa, al fina y al cabo son solo peces.
Me atrevo a dar un primer paso, eso me da el valor de andar sobre esta tierra incierta. Me da la sensación que en cualquier momento se me va a tragar sin dejar rastro, ni tan solo pedacitos de mi alma.
Sigo caminando sin rumbo fijo, voy entre corales brillantes y elegantes que danzan entre burbujas al ritmo del aleteo de los peces, entre otros tipos de animales marinos. Anduve lentamente intentando no llamarles la atención. Me siento deprimida, quiero llorar, pero el llorar me hace daño. No quiero cortarme con mis propias lágrimas, ¿O sí…? Me escuece el cuerpo y no creo que sea por la sal, seguramente será por las propias heridas que se están abriendo. Intento subir a la superficie por tal dolor que se acecha sobre mí . A medida que intento elevarme unas algas me atan el pie fuertemente. No me dejan salir. Pruebo de resistirme en vano, me tienen bien cogida. Me retuerzo mientras grito interiormente. Parece que nada sirve puesto que al estar en el agua y pérdida en el medio del océano nadie te escucha.
Pienso que me tendría que preocupar por mi respiración, quedarme sin oxigeno para poder vivir. Mentiría si dijera que me preocupa, ya que si dejo de respirar todo acabará, el dolor se destruirá conmigo y nadie me echará de menos.
Cierro los ojos, veo un océano inmenso. No me lo pienso, me tiro de cabeza sin dudar. Por un momento me siento libre, capaz de hacer cualquier cosa que me proponga. Pero al impactar contra el agua me hundo. En unos segundos mi vida cambia conmigo. Todo es transparente y borroso. A medida que los minutos pasan veo la superficie cada vez más lejos. Intento tocar la luz del sol que me nubla la vista con las puntas de mis dedos. Lo intento aunque sé que es imposible. Me agito y sollozo entre lágrimas invisibles por el agua. No quiero tocar fondo, si lo hago no habrá manera de subir. Me impulso hacia arriba, aleteando los brazos y los pies coordinadamente. Al parecer el océano es más fuerte que yo y se resiste. Me envía corrientes de aguas implacables que me sumergen hasta el final. Se me altera el corazón por el miedo, todo se oscurece. Quiero desaparecer, ese es mi deseo.

El no deseado final ha llegado: toqué fondo. Mis pies se remueven entre la arena. Noto la arenilla escabulléndose por mis dedos. Observo el paisaje sintiéndome serena y a la vez indiferente. Más allá veo una bandada de peces que poco a poco se me van acercando. Ellos eran resplandecientes, nadaban todos juntos de manera sincronizada. Al pasar por mi lado parece ser que soy invisible, pues han pasado de largo sin ni siquiera mirarme. No me importa, al fina y al cabo son solo peces.
Me atrevo a dar un primer paso, eso me da el valor de andar sobre esta tierra incierta. Me da la sensación que en cualquier momento se me va a tragar sin dejar rastro, ni tan solo pedacitos de mi alma.
Sigo caminando sin rumbo fijo, voy entre corales brillantes y elegantes que danzan entre burbujas al ritmo del aleteo de los peces, entre otros tipos de animales marinos. Anduve lentamente intentando no llamarles la atención. Me siento deprimida, quiero llorar, pero el llorar me hace daño. No quiero cortarme con mis propias lágrimas, ¿O sí…? Me escuece el cuerpo y no creo que sea por la sal, seguramente será por las propias heridas que se están abriendo. Intento subir a la superficie por tal dolor que se acecha sobre mí . A medida que intento elevarme unas algas me atan el pie fuertemente. No me dejan salir. Pruebo de resistirme en vano, me tienen bien cogida. Me retuerzo mientras grito interiormente. Parece que nada sirve puesto que al estar en el agua y pérdida en el medio del océano nadie te escucha.
Pienso que me tendría que preocupar por mi respiración, quedarme sin oxigeno para poder vivir. Mentiría si dijera que me preocupa, ya que si dejo de respirar todo acabará, el dolor se destruirá conmigo y nadie me echará de menos.
3 comentarios:
me gustó mucho su post! voy a leer su blog siempre!
saludos!
Hola, ¿Qué tal? Agradezco el comentario que hizo en el blog, sobre el post.. Las personas queremos y dejamos de querer, cosas que nos enseñan a madurar, las cosas suceden por algo siempre lo he creído. Ahora bien, que la vida siga que estar estancado en un pozo no es vivir. Saludos y encantadoras historias. Volveré, Paz Interna ...
Estoy comenzando a leer más en español ahora, pero es mucho dificil mismo entender otra lengua..Pero no te preocupes que no escrevo nada de util en mi blog..jejeje
besos y abrazos desde Brasil!
=)
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